Hace mucho tiempo, pero mucho tiempo atrás, una linda
Brujita paseaba por los hermosos y verdes campos de una pradera, pero ella era
una Brujita buena, ella ayudaba a florecer las praderas, las cuales se vestían
de flores amarillas y rojas… era todo tan hermoso, los pajaritos cantaban con
ella y le gustaba pintar paisajes, los imaginaba, los pintaba y los hacía
realidad.
Caminó mucho ese día y llegó al límite de la pradera y se
encontró con una montaña que nunca había visto. Pero la curiosidad era muy
grande y se acercó más. Al pie de la montaña había una cueva y decidió entrar
¡pero qué susto tan grande! Adentro había un gran Dragón dormido. La Brujita se
asustó mucho y decidió huir de la cueva pero al tratar de salir tropezó la
enorme cola del Dragón quien se despertó de mal humor y preguntó: -¿Por qué me
despiertas? Mientras bostezaba.
La Brujita aun asustada se disculpó mientras observaba al
Dragón huraño, era de un color oscuro y tenía muchas cicatrices. La Brujita
comprendió que tal vez su obstinación era producto de muchas batallas con otros
Dragones. – Bueno señor Dragón lamento haberlo molestado.
-Tranquila jovencita- y le ofreció una taza de café. –
Gracias señor Dragón, pero prefiero un té de flores de manzanilla y el Dragón
enojado al ser rechazado un grito le ha lanzado:
- ¡Brujita insolente has rechazado mi café caliente! Y se
puso morado.
La Brujita se asustó y a su casita corrió. ¡Susto grande ha
recibido y olvidó que no ha comido!
La Brujita durmió en una cama de nubes de algodón con olor a
rosas, tan tibia y suave. El sol la despertó y corriendo se aseó, se dio un
rico baño con flores de manzanilla, desayunó y pensó: -Si voy a la cueva a
tratar de ayudar al Dragón obstinado… Bueno, nada pierdo… y salió.
Al llegar a la cueva el Dragón nuevamente ofreció café a la
Brujita y esta vez ella aceptó para evitar el horrible gruñido ensordecedor.
Todas las mañanas lo visitaba y con suavidad le hablaba. Pero una idea cruzó
por la mente de la Brujita: transformar al Dragón en un Príncipe… era una idea
un poco descabellada, pero se atrevió y en Príncipe lo convirtió, una a una sus
heridas desapareció. El hermoso Príncipe sus manitos tomó y un besito en la
mejilla le estampó… así pasaron los meses y el Príncipe aprendió, los buenos
modales, cariño, afecto, respeto y hasta los gritos dejó (bueno, solo gritaba
para llamar a la Brujita para que se tomara el té).
Brujita y Príncipe se hicieron buenos amigos. ¡Él tomaba
café y ella tomaba té! Pasaron muchas lunas, muchos soles y de amistades a
amores, este par nos dio lecciones. Se realizó el casamiento, ha pasado mucho
tiempo ¡y de gruñir se olvidó el que antes era Dragón!
Moraleja: las personas pueden cambiar su actitud con un poco
de afecto, tolerancia y comprensión. Ayudemos a sonreír a quien lo necesite,
así habrán menos “Dragones obstinados” en cuevas solitarias.