Cierto día, dos amigos se encontraron dando un apacible
paseo por el bosque. Como hace tiempo que no se veían, comenzaron a contarse
todo aquello que les había sucedido en este prolongado período. Tan absortos
estaban en su conversación, que no se dieron cuenta de que un enorme oso se
acercaba a la carrera hasta su posición.
Cuando el oso estaba a un par de metros de los parlanchines
amigos, estos por fin se dieron cuenta de su presencia. El más resuelto de los
dos, decidió subirse a un árbol para evitar ser devorado; el otro, mucho menos
ágil se lanzó al suelo fingiendo estar muerto.
En un instante, el oso llegó hasta el lugar en el que el
segundo amigo se encontraba y al ver que este no se movía, comenzó a
olisquearlo y tocarlo con una de sus garras para comprobar si estaba realmente
muerto. Minutos después, el animal se alejó del lugar buscando algo que echarse
a la boca, ya que los osos nunca comen a otros que estén muertos.
Al verle alejarse entre los árboles del bosque, el primer
amigo se bajó raudo y veloz para comprobar si al que se había quedado abajo le
había sucedido algo y preguntarle qué es lo que el oso le había contado. El
otro muy ufano le dijo:
-Me ha dicho, que con amigos como tú, no necesito tener
enemigos.
Moraleja: El amigo verdadero, nunca se apartará de ti, por
muy grande que sea el peligro.
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