En una comarca se originó un feroz incendio.
Los aldeanos pidieron auxilio a la ciudad más cercana. Prontamente se
presentaron los bomberos de la metrópoli con la más alta tecnología. Estudiaron
el movimiento del aire, se reunieron en asamblea, estudiaron informaciones,
estadísticas y gráficos y por fin hicieron una línea de protección y explicaron
que no se podía hacer más, hasta que el viento no cambiase de dirección.
Los pobladores, ahora desesperados, se
acordaron de los bomberos voluntarios que eran sostenidos por la población de
un barrio vecino. Los llamaron urgente e inmediatamente apareció un camión
colorado, con hombres excedidos en peso, con los cascos desparejos y
despintados. A toda velocidad pasaron por la multitud, atravesaron, sin frenar,
la línea de protección y llegaron hasta el mismísimo pié de las llamas.
Allí se abrieron en abanico, tiraron agua,
tierra.... Trabajando fuerte, parejo y chamuscados, abrieron un cerco hasta que
dominaron el incendio.
La población los recibió con una ovación. Era
el momento más feliz del pueblo. También lo era para los heroicos servidores.
El alcalde conmovido, entre aplausos, le
entregó una donación para el equipo salvador. Un periodista preguntó al jefe de
bomberos:
-Felicitaciones
¿Que destino le darán a este dinero?
-Lo
primero, amigo, es lo primero: arreglar los frenos del camión...
Los Bomberos tenían un deseo, una necesidad (arreglar
los frenos del camión), pero para satisfacer la necesidad tuvieron primero que
colocar la energía en acción.
Nuestros sueños se transforman en deseos y los
deseos en propósitos, que empiezan a movilizar nuestra energía. Es así como la
inteligencia, la voluntad, la persistencia, la paciencia y la convicción
interactúan continuamente dentro de nosotros.
Estamos motivados, estamos vivos.
Gracias por estar con nosotros. (Humberto
Pedraza)
“La humanidad progresa por el camino del
amor; se detiene, vacila y retrocede cuando el odio
la guía”
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