Cuentan que una vez un niño fue
llevado por su padre al Gran Cañón, en Arizona.
Estando dentro en lo profundo del lugar el niño gritó: “Tonto!”, y el eco resonó: “tonto… tonto… tonto”.
El niño volvió a gritar: “Necio!”, y el eco resonó: “necio… necio… necio…”; ya enojado y
exaltado el niño gritó: “Estúpido!”,
y nuevamente el eco resonó: “estúpido…
estúpido… estúpido”.
El niño se soltó a llorar en su
enojo y se abrazó a su padre. Éste le
dijo: “No tienes por qué llorar. Escucha…”, y el padre grito: “Amigo!”, y el eco resonó: “amigo… amigo… amigo”. Luego gritó: “Te quiero!”, y el eco resonó: “te
quiero… te quiero… te quiero”.
¿Ves? Él te trata como tú lo
tratas.
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