Un cura, que en todos
los placeres de la vida veía al diablo, fue al bar de la ciudad para
pedir a los parroquianos que fueran a la iglesia aquella tarde.
Así lo hicieron todos: Con la iglesia repleta, el padre
bramo:
-¡Acabad con tanta bebida! ¡Que levante la mano derecha todo
aquel que desea ir al cielo!
La iglesia entera levanto la mano, excepto Manuel, a quien
se consideraba un hombre digno y cumplidor de sus deberes.
Sorprendido, el padre pregunto:
-Y tú, Manuel, ¿no quieres ir al cielo cuando mueras?
-Claro que quiero. Pero todavía no he probado la vida que Dios
me ha dado, ¡y usted quiere que vaya al cielo ya!.
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