Cuenta una leyenda esquimal que, en los albores del mundo no
había diferencia entre hombres y animales: todas las criaturas de la Tierra vivían
en armonía, y cada una de ellas podían transformarse en otra, con el fin de
llegar a entenderla mejor: Los hombres se convertían en peces, los peces se
convertían en hombres, y todos hablaban las mismas lenguas.
“En aquella época”, continua la leyenda, “las palabras eran mágicas,
y el mundo espiritual repartía generosamente sus bendiciones. Una frase dicha
al tuntún podría tener extrañas consecuencias; bastaba pronunciar un deseo para
que éste se cumpliera”.
Fue entonces en donde todas las criaturas comenzaron a
abusar de ese poder.
Se instalo la confusión, y la sabiduría se perdió.
“Pero la palabra sigue siendo mágica, y la sabiduría todavía
concede el don de hacer milagros a todos
los que la respetan”, concluye la leyenda.
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